
Bajo una lona azul, roja y verde, Camagüey vive una escena largamente esperada: volvió la carpa del Circo Areíto. Levantada en el Casino Campestre.
Y no es una carpa cualquiera. Es símbolo, es reparación, es memoria. Y sobre todo, es comunidad.
Desde 1994, cuando la antigua lona terminó rendida ante la humedad y el salitre, artistas y técnicos camagüeyanos han sostenido el arte circense como han podido: en polivalentes, en plazas, en el Teatro Principal, sin dejar nunca de entrenar, de soñar, de insistir. Gracias a la investigación de Armando Taupier sabemos que lo que se perdió entonces no fue solo una estructura: fue una forma de andar el mundo, un sueño colectivo, una casa sin paredes para generaciones de artistas.
Volver, no solo como público sino como testigos de esa recuperación, fue profundamente conmovedor.
UNA CARPA LEVANTADA ENTRE TODOS
La nueva carpa del Circo Areíto es fruto de la articulación entre artistas, técnicos, el Consejo Provincial de las Artes Escénicas, la Empresa Cometal, el Centro Provincial del Libro y la Literatura, y la llegada en 2024 de materiales desde La Habana. Fue pensada como una carpa modesta pero adaptable, con capacidad inicial para 268 personas, con la intención de crecer de forma autogestionada: silla a silla, grada a grada, metro a metro.
Esta carpa es también una promesa: podrá andar por los barrios y municipios de Camagüey, permitiendo que el circo vuelva a los espacios donde antes fue parte esencial de la vida cultural.
EL HOMBRE QUE VOLVIÓ A ARMAR EL SUEÑO
Félix Pérez Sarduy, conocido como El Caballero de la Onda Aérea, fue uno de los fundadores del Circo Areíto en 1976. Ayudó entonces a coser y montar la carpa de cuatro palos. Hoy, ha vuelto a armar una nueva.
“Yo me siento como si fuera ayer”, dice con una sonrisa.
“Esta carpa es chiquita, pero se puede levantar en cualquier barrio. Se arma con seis personas y yo, que lo mío ya es mandar nada más”, bromea.
Félix también es quien se encarga del mantenimiento. “El que sabe coser de relinga soy yo”, explica con orgullo, señalando las gasas hechas por sus manos.
UNA DIRECCIÓN JOVEN CON MEMORIA
Desde 2020, el Circo Areíto está dirigido por Lisbey López Galindo, más conocido como Poti, artista formado desde los 12 años, primero como aficionado en Esmeralda. Malabarista, payaso y formador, ha creado una compañía rejuvenecida, con un elenco que en su mayoría no sobrepasa los 20 años.
“Camagüey se merecía esto”, afirma. “Después de La Habana, que tiene dos carpas, esta es la única del país. Y no es lo mismo hacer circo en un teatro. La gente quiere el calor de la carpa.”
Para esta jornada especial, Poti propuso un evento que bautizó como D'Circo, con tres funciones diarias en la carpa y cierres en el Teatro Principal, integrando compañías de tres provincias.
UNA FAMILIA QUE SE REENCUENTRA
El Circo Granma, fundado en 1995, regresó a Camagüey después de seis años de ausencia. Su director, Jorge Luis Rodríguez Verdecia, agradece la acogida del público camagüeyano, que considera “una escuela” para su formación.
“El plato fuerte de nosotros siempre fue la doma de animales, y Camagüey nos apoyó desde el inicio. Aquí aprendimos mucho de Poti, que nos ayudó a mejorar la parte artística cuando éramos muy jóvenes. Regresar es como volver a casa”, confiesa.
Granma se presenta con números de acrobacia, un adagio, payasos y la ternura de Danyer y Jean, dos perritos satos amaestrados.
También se sumó por primera vez el Circo Haliom de Ciego de Ávila, dirigido por Yodennis Jiménez Rodríguez. Con 11 años de trabajo enfocado en círculos infantiles, hospitales y hogares de ancianos, Haliom trajo a Camagüey su propuesta de acrobacias, telas aéreas, magia y malabares.
“Es la primera vez que venimos a Camagüey y ha sido como encontrar una familia. Nos estamos relacionando, creando lazos. El circo es eso: apoyo mutuo, resistencia compartida, alegría que se lleva hasta el último rincón del país”, afirmó Yodennis.
MÁS QUE ENTRETENIMIENTO: UN SÍMBOLO
En total, unas 50 personas entre artistas y técnicos participan en este renacer. Hasta el 20 de abril, tres funciones diarias llenas a las 10:00 a.m., a las 2:00 p.m. y a las 6:00 p.m. Ovaciones y sonrisas cómplices entre quienes conocen lo que costó volver a levantar esta carpa.
Volver a verla ahí, ondeando al viento camagüeyano, es más que un espectáculo:
es una reparación.
Una victoria cultural.
Un acto de fe.
Porque cuando la cultura se protege, cuando se le da techo, centro y dignidad, también se salva una parte de nosotros.
Tomado de Adelante